Un encuesta que vi ayer sobre la aprobación ciudadana del Presidente López Obrador me dejó varias certezas.
La primera, que la popularidad presidencial se mantiene alta de manera sostenida, casi sin cambios.
Aunque ha tenido un par de momentos en los que los índices de aprobación y desaprobación de su trabajo se han cruzado e invertido, ha sido temporal y consecuencia de circunstancias específicas, que no marcan una tendencia a la baja en forma permanente.
Efectivamente, la popularidad del Presidente no es la misma de hace 2 años, cuando asumió el poder, pero eso no es extraño ni sorprendente. Más bien, era de esperarse.
El año pasado, en las semanas 13, 19, 22 y 29, la popularidad presidencial cruzó la línea de lo negativo y la desaprobación subió para colocarse por encima de los niveles positivos.
Sin embargo, asuntos como la llegada de las primeras dotaciones de vacunas contrabel Covid y temas relacionados con el combate a la corrupción, han ayudado al Presidente a continuar con sus números favorables.
Me queda la certeza de que el Presidente López sabe jugar bien a la política, que maneja el timing como pocos y que es riguroso en su estilo de apegarse a una narrativa que enfatiza en temas que han sido causas políticas exitosas.
Una de las más recientes mediciones muestran que a pesar del desgaste normal de un gobierno por el ejercicio del poder, el Presidente tiene un alto nivel de aprobación -al domingo 17 de enero-, del 60.1%, ligeramente superior al promedio semanal en los 2 meses recientes.
Tengo de la certeza de que López Obrador, como lo dije antes, sabe muy bien a qué está jugando y cómo mover sus fichas, aunque haya decisiones geopolíticas que a muchos nos parezcan desafortunadas, como la más reciente, al abrir un frente de batalla contra la agencia antidrogas estadounidense por el caso del General Salvador Cienfuegos.
Otra seguridad que tengo es la de saber que con los altos niveles de aprobación a su trabajo, el Presidente López no se verá muy afectado por la suspensión de sus conferencias de prensa matutinas, que el INE le ordenó acatar durante los meses de campaña, atendiendo a criterios constitucionales que buscan garantizar la equidad en la competencia electoral que está en curso.
Otra de las cosas que creo firmemente, es que a pesar de este intento por frenar el activismo político del Presidente en favor de su partido, López Obrador sabrá darle la vuelta de alguna forma y de manera decidida va a seguir fortaleciendo la marca Morena en el mercado electoral.
Esto es lo que la oposición va a quiere evitar, porque sabe de la fuerza que sigue teniendo el líder real de Morena.
Hoy en día, aunque con casi 20 puntos porcentuales menos que en 2018, la popularidad del Presidente será la base de la estrategia para lograr el triunfo de su partido en los comicios de junio.
La fortaleza de su base social, ampliada por la gratitud de los millones de beneficiarios de programas federales de carácter asistencial, son la otra parte de la pinza con la que se va a cerrar la acción del régimen para tratar de mantener la mayoría en la Cámara de Diputados.
En las campañas, las informales, las que ya están en marcha, cabe esperar sorpresas en lo nacional y en cada estado.
Si hacemos caso a los pronósticos, la oposición debería estar buscando algún mecanismo eficaz para neutralizar la alta popularidad presidencial y capitalizar el descontento de millones de ciudadanos y representantes de sectores productivos contra el régimen actual.
Todo esto, visto en el contexto estatal y regional, nos deja claro que con base en los factores que mencioné, Morena va a avanzar sólidamente en las elecciones de junio.
Y aunque en entidades como Tamaulipas haya un gobernador fuerte y bien evaluado a nivel nacional como Francisco García Cabeza de Vaca, los comparativos entre ambos gobernantes nos dicen que la contienda será cerrada, peleada y, sí, sorprendente para muchos.

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