En 2018, a Porfirio Muñoz Ledo le dieron su espacio como figura relevante de la lucha por lograr que México transitara hacia la democracia.

Cuando el ahora Presidente López Obrador obtuvo el triunfo en los comicios, no quedó duda de que iba a ser uno de los personajes emblemáticos del nuevo régimen.

Los hechos fueron confirmando parcialmente que el Presidente influía entre los diputados de Morena y sus aliados, en especial por el reconocimiento que se dio a la experiencia, trayectoria y congruencia de Porfirio con la lucha democrática. Se le hizo Presidente de la Junta de Coordinación Política un buen tramo de la Legislatura.

Muñoz Ledo correspondió a esa confianza con un buen trabajo en la Cámara, siendo un elemento valioso para conservar el equilibrio, a pesar de la mayoría de Morena y sus partidos aliados.

Pero, cuando Porfirio quiso ser presidente nacional del partido en el poder, se dio de frente contra una pared sólida. Desde Palacio Nacional se le hizo creer que habría una competencia libre, democrática y sin línea, pero en los hechos se le utilizó para darle legitimidad a un proceso que estaba definido de antemano y que a pesar de decirse independiente, tenía el aval del Presidente. Así llegó Mario Delgado a la dirigencia de Morena, aunque en el camino accidentado fue impugnado por el veterano legislador, quien inclusive acusó a Delgado de utilizar grandes cantidades de recursos que, ahora sabemos, no provinieron del erario como se especuló,  sino de fuentes privadas no identificadas y por lo mismo, motivo de sospecha. Y en ese paquete de acusados y sospechosos van incluidos varios tamaulipecos, pero ese es otro tema.

El asunto es que esto fue el punto de quiebre de Muñoz Ledo con la autollamada 4T y, de facto, con López Obrador.

En un país en el que toda decisión política pasa por la aprobación o condena del Presidente, Porfirio fue dejado fuera de la lista de diputados plurinominales que podían reelegirse. Y aunque se quejó y denunció esta trastada de Mario Delgado, la voz de quien debía escucharse enmudeció.  Finalmente, ayer concluyó su encargo como legislador, pero no como ariete de la lucha política por la democratización del país.

A Porfirio le hicieron la guerra desde adentro de la autollamada 4T, utilizando a Morena y a Mario Delgado como instrumentos ejecutores para dejarlo fuera del Congreso.

Fue una voz autocracia del régimen. Y, quizá, una de las muy escasas inteligencias que abrazaron el proyecto que ya lo dejó al margen de lo que el neopriísmo llama cuarta transformación.

Muñoz Ledo ha sido el único que ha cuestionado los yerros del gobierno, como actitud dócil al servir de policía y dique para la migración centroamericana, por atender peticiones de Estados Unidos.

También por el extravío del rumbo de la autollamada 4T y más recientemente, por el intento presidencial de acabar con los entes autónomos, con el INE y con a idea de tomar por asalto el control de la Corte mediante argucias y narrativas con sesgo autoritario.

Hoy, ha llamado a la formación de un frente amplio para que la sociedad y los sectores representativos defiendan la Corte y las instituciones que con aún con su imperfecciones, han dado forma y rumbo al Estado mexicano.

Librando una guerra desigual contra la autocracia que se ha decantado dentro del régimen y que ha hecho de Morena una mera oficialía de partes, Porfirio emprende la que quizá sea una de sus últimas, definitivas, batallas políticas.

EL DESAFUERO Y LA RESPUESTA

Fueron poco más de 6 horas de discusión, la mayor parte caracterizada por posturas de diputados de Morena y sus afines, pero al final votaron para desaforar al gobernador Francisco García Cabeza de Vaca.

El equipo jurídico y los diputados del PAN, PRD y PRI que hablaron en contra del dictamen, hicieron énfasis en lo que llamaron anomalías en el proceso.

Como estaba previsto, Morena usó su mayoría y el apoyo de sus aliados del Verde y PT para aprobar la propuesta. Se consumó lo que varios diputados del partido en el poder habían festinado hace tiempo.

La respuesta del Congreso de Tamaulipas, al rechazar la decisión de la Cámara de Diputados y mantener el reconocimiento institucional a Cabeza de Vaca como gobernador, es el inicio de otro episodio.

Lo que quedó claro es que los diputados federales de Morena y el PES de Tamaulipas, votaron como sus partidos les indicaron.

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