Días antes de las elecciones del domingo, los propagandistas de Morena instruyeron a quienes manejan su estructura de grupos de WhatsApp en Tamaulipas que debían difundir masivamente varios mensajes tendientes a reforzar el llamado al voto uniforme, sin pensar, por todos los candidatos del partido.

Otro de los mensajes tuvo El propósito de sembrar en la gente la idea de que el partido estaba expuesto a que le ganaran por las malas y dejaba entrever que defenderían sus votos como fuera.

De esos mensajes, un estudio sociológico arrojó que el primero, que incitaba,  ordenaba votar masivamente por todos los candidatos del partido, tendría buena respuesta en grupos de la sociedad civil a los que previamente se bombardeó con propaganda diseñada para enaltecer su sentido de pertenencia al grupo de ciudadanos identificados con la autollamada 4T, principalmente beneficiarios de programas asistenciales, de zonas con alta marginación económica y que tradicionalmente son susceptibles de votar por instinto.

El otro, que hacía referencia a la defensa del voto se encuadra en el marco de la legítima lucha por hacer lo necesario para que se respete la voluntad popular expresada en las urnas.

Fue el tono y el enfoque que le dieron muchos militantes del partido a la frase “Por las buenas no nos van a ganar y por las malas no nos vamos a dejar”, que puede entenderse la predisposición del partido en el poder para actuar con fuerza, si era necesario, para defender lo que a criterio de sus dirigentes fuera ganarles “a la mala”.

Inclusive, una declaración del diputado Erasmo González Robledo, quien se reeligió el domingo, hace referencia a la defensa de los eventuales triunfos ante cualquier intento de que les fuera negado.

El asunto de fondo es que, en un contexto de alta polarización política y división social alentada desde Palacio Nacional, expresiones de ese tipo solamente generan más tirantez y dejan margen a una interpretación libre y subjetiva de lo que es ganar por las buenas y qué, perder a la mala. Y eso, aunado a la estrategia propagandística que se echó a andar hace meses, pueden convertirse en una mezcla peligrosamente explosiva.

Ayer, hubo quienes dejaron correr la versión de que Morena estaría pensando en judicializar elecciones que perdió de manera clara, con el objetivo de ganar tiempo,  alimentar esa creencia de que perdió “con trampas” y continuar polarizando a la sociedad.

Con el trabajo realizado por los órganos electorales locales y federal, pero sobre todo con la vigilancia y participación ciudadana se desarrollaron comicios tranquilos, transparentes y concurridos.

Pretender arrebatar (como pareciera) mediante la judicialización, sin que medien argumentos sólidos, va a empañar esto que es un triunfo de la democracia en construcción que vivimos.

Por lo pronto, los propagandistas que antes se unieron para golpear la imagen  del gobernador y de desgastar a la oposición en su conjunto, ahora difunden las versiones de que hay irregularidades que manchan el proceso electoral.

Es la clásica estrategia de la que por cierto, les contaré en unos días. Es la misma que antes aplicaron en la Bolivia de Evo Morales.

Ellos, sus propagandistas y estrategas del golpeteo mediático al gobernador, trabajaron con varios (as) candidatos (as) de Tamaulipas en estas campañas.

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