Ya van 18 días desde que una investigación periodística dejó al descubierto la vida de lujos de la que disfruta el hijo mayor del Presidente López Obrador en Houston. Desde entonces, a la autollamada 4T no le han salido bien las cosas.

La conversación pública ha traspasado las fronteras de lo digital para instalarse en medios tradicionales, en las calles, en todos lados.

Los cuestionamientos sobre la debilidad de la narrativa han crecido. La 4T parece un edificio con cimientos de arena que se desmoronan rápidamente conforme pasan los días.

Desde Palacio, donde dispone de todos los medios y recursos del Estado, El Presidente la ha emprendido contra quienes considera más que adversarios, enemigos suyos y de lo que llama su proyecto de regeneración de la vida nacional.

Fúrico, muchas veces parece irracional. Muestra rasgos de una perwonalidad intolerante que preocupa y de una intención por controlar todo, por tener siempre la razón, lo que sea que entienda por eso.

Es demasiado tiempo el que el Presidente ha dedicado a tratar de defender a su hijo de las acusaciones sobre el asunto, que puso en predicamento todo el discurso en el que se basa la acción de la autollamada 4T.

Más que la legalidad sobre el origen del dinero con el que se pagó el arrendamiento de una lujosa casa en Houston y posteriormente la compra de la actual en la que habita con su familia el hijo del Presidente, el foco público está sobre los conflictos de interés que hay detrás de todo esto.

Es imposible dejar de comparar el asunto de la llamada Casa Blanca, propiedad de la esposa del entonces Presidente Peña Nieto y de la ahora motejada Casa Gris, la lujosa vivienda del hijo de López Obrador en Houston, porque en ambos casos hay coincidencias clarísimas sobre la existencia de conflictos de interés y de una irrefutable incongruencia en el manejo de los discursos oficiales.

Las señales que se envían desde el poder son malas para el régimen, para Morena y para sus candidatos.

Aunque tiene la mayoría de los gobiernos estatales y controla la mayor parte de los congresos locales, el partido del Presidente está en ante un escenario en el que podría perder por lo menos la mitad de las 6 gubernaturas que se van a disputar en junio. Eso no es bueno para el proyecto que quieren instaurar al menos 30 años.

Las malas señales no terminan ahí, pues el propio comportamiento de López Obrador ante esta situación de crisis y el deficiente manejo de la misma por parte de sus asesores, evidencian la debilidad estructural del régimen y también la facilidad con que la ira domina el ánimo de quienes gobiernan, para su mala fortuna y la de todos. Alguien que no piensa con claridad y se deja llevar por el enojo no puede mantener la cordura.

En ese escenario, la visita anunciada de López Obrador a Tamaulipas para el próximo fin de semana, nos dará la oportunidad de ver cómo se mueve el Presidente en un estado en el que existe una confrontación abierta con los poderes locales por el asunto del desafuero del gobernador García Cabeza de Vaca.

También podremos ver e interpretar lo que suceda, en el contexto de la importancia que tiene Nuevo Laredo como la principal aduana de América Latina y todos los conflictos económicos, jurídicos y políticos derivados del funcionamiento de la misma. Será inevitable ver si el asunto de los hermanos Carmona y su vinculación como presuntos financiadores de candidatos de Morena en 2021, sale a relucir de alguna forma.

Además, la presencia de López Obrador en Nuevo Laredo será una señal de respaldo al liderazgo de Carlos y Carmen Lilia Canturosas, así como de su papel en el proyecto de Morena hacia el futuro.

abarloventotam@gmail.com

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