Como buen heredero de la genética política priísta, Andrés Manuel supo bien trabajar la formación de estructuras territoriales agrupadas en grandes grupos de beneficiarios de programas asistenciales del gobierno federal, poniéndolas al servicio Morena.

El modelo asistencialista que se aplica actualmente tiene el mismo sesgo paternalista, clientelar, que durante décadas caracterizó al Priato convertido en imbatible simbiosis partido-gobierno. La diferencia de esas prácticas de la primera mitad del siglo pasado y las de ahora, son los tiempos, porque muchos nombres de los protagonistas son los mismos.

La caída del PRI y del viejo sistema como consecuencia del desgaste ocasionado por los excesos, la falta de una democracia real, los abusos, la impunidad, la corrupción y el desaseo de la actividad política, dieron paso a la primera alternancia del país hace ya 22 años. Desde entonces se fue el PRI, llegó el PAN, repitió y le entregó de nuevo el poder al tricolor.

Pero el hartazgo de la sociedad mexicana ante el cinismo de quienes habían ejercido el poder sin lograr consolidar cambios profundos en las estructuras sociales e institucionales se combinó con una tozuda actitud de López Obrador quien pacientemente supo construir una narrativa que caía siempre en suelo fértil. Eso y sus tres campañas electorales, además de los constantes recorridos por todo el país -sin que se sepa bien a bien quién los financió-, hicieron posible que en 2018 una buena parte de los electores decidieran por Morena, en quien depositaron su esperanza.

El paternalismo priísta con la sociedad fue adoptado por el PAN, que le hizo cambios cosméticos a las políticas asistencialistas con una clara intención clientelar. El modelo ha prevalecido en México desde hace décadas y la llegada de la Cuatroté lo único que hizo fue volver a lo mismo.

Por eso, el tema del clientelismo político morenista construido a base de los mismos programas y beneficios asistenciales que dieron fortaleza al viejo PRI, está a prueba no por la vigencia del antigüo modelo, sino por las expectativas de su efectividad. Con el priísmo y el panismo en el gobierno, no se desterró esa práctica, más bien adquirió una nueva piel, nombres y justificaciones.

Desde antes de iniciarse las campañas en los 6 estados en los que habrá elecciones este domingo, el gobierno federal adelantó el pago de pensiones a adultos mayores -uno de sus principales sectores de apoyo-, a los jóvenes que no estudian ni trabajan, a estudiantes, a productores del campo y a tantos más que reciben dinero público desde que Andrés Manuel así lo decretó.

Pero la Cuatroté no es la única que recurre a este tipo de prácticas para formar y solidificar una base social de apoyo. También los gobiernos estatales -todos, sin excepción- hacen lo mismo desde hace años, décadas. Sin importar su origen partidista, los gobernadores aplican lo que aprendieron en su formación política.

Por eso es que en entidades como Oaxaca, Aguascalientes, Hidalgo, Durango, Quintana Roo y Tamaulipas, los mandatarios estatales también le apuestan a ese elemento como una de las ventajas que tienen para obtener el favor de los ciudadanos a través de sus votos, para que los candidatos propuestos principalmente por los gobernadores en turno obtengan el triunfo el domingo.

Y aunque es un hecho que en los 6 estados están vigentes esquemas asistenciales disfrazados de programas de auténtico apoyo social a los grupos más vulnerables, también es cierto que los gobiernos estatales los utilizan como herramienta de control, como mecanismo para presumir una base de respaldo ciudadano que no siempre es completamente real.

Becas a estudiantes, a madres solteras, desayunos escolares, despensas y beneficios diversos a distintos grupos sociales que entregan las administraciones estatales, también forman parte de ese universo de acciones que dan sentido a las políticas públicas clientelares en cada entidad. Replican el modelo federal, pero también con diferencias de acuerdo a sus propios intereses. A final de cuentas, buscan lo mismo: Una base social robusta, fuerte, leal en cada elección.

Este domingo ese clientelismo político estatal y federal se pondrá a prueba. Vamos a ver cuál es la efectividad de los programas y la capacidad de los funcionarios y burócratas encargados de diseñar, aplicar, monitorear y corregir su operación para que se traduzcan en votos.

Aunque no es una garantía que los beneficiarios de becas y estímulos económicos oficiales voten por los candidatos de los partidos en el poder, los comicios de mañana serán una buena oportunidad para que los que llegan evalúen la conveniencia de depurar los padrones, de reencauzar los objetivos de los programas y, sí, si es preciso, de eliminarlos en la medida de lo posible para evitar que se conviertan en una tentación para los nuevos hombres y mujeres en el poder.

ESCOTILLA

Hace días, elementos de la Policía Investigadora de Tamaulipas interceptaron un vehículo oficial, propiedad de la Cámara de Diputados transportando propaganda de un partido. También andaba ahí un diputado federal de Guanajuato, a quien obviamente por tener fuero no se le detuvo pese a que podía haberse configurado un posible delito electoral.

Como ese legislador guanajuatense, han estado llegando a Tamaulipas promotores, operadores, observadores no oficiales y hasta apoyadores de los tres candidatos. Se habla que proceden principalmente de Sinaloa, Nayarit, Estado de México, Veracruz, y Jalisco. ¿Se notará si tienen alguna participación no contemplada en la ley? Vamos a verlo.

abarloventotam@gmail.com

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