Aunque en una primera impresión podría parecer que los miles de empleados sindicalizados y del llamado régimen “de confianza” del gobierno de Tamaulipas están preocupados por la alternancia, en los hechos esa situación no es generalizada.

Si bien consideran que con el cambio en la administración estatal habrá cambios -como en todo relevo-, para una inmensa mayoría de burócratas sindicalizados eso no será un problema, pues de alguna manera salieron a votar por el proyecto que ganó las elecciones el 5 de junio.

En las diferentes secretarías, dependencias y organismos descentralizados de gobierno estatal hay miles de trabajadores de oficina y de campo, administrativos y operativos. Muchos tienen años haciendo una labor que es esencial para el buen funcionamiento de las estructuras oficiales.

Con el paso de los años, hay quienes llegaron como personal llamado de confianza y han obtenido una plaza sindical, lo que les ha garantizado permanecer a pesar de los cambios de gobierno y de partido, como hace 6 años. Son los altos funcionarios y los mandos medios quienes cada vez que hay un cambio viven momentos de zozobra ante la incertidumbre del despido llano, sin posibilidades de volver a la nómina estatal.

En las pasadas elecciones, una enorme cantidad de empleados del gobierno de los Vientos de Cambio salió a votar en contra del proyecto que buscaba darle continuidad al primer régimen de alternancia en Tamaulipas.

¿Por qué votaron en contra de la coalición PAN-PRI-PRD y decidieron apoyar la de Morena-Verde-PT?, he preguntado a varios empleados tanto de la capital como de la zona sur. La respuesta es simple y no encuentro fallas en su lógica: Estaban -están- hartos del trato que la mayoría de los nuevos jefes, mandos medios y superiores, les dieron durante todo el sexenio que agoniza.

Porque a pesar de trabajar para el gobierno y cumplir con sus obligaciones burocráticas, el trato salarial y personal que les dispensaron quienes llegaron al poder hace 6 años estaba lejos, muy lejos del que estaban acostumbrados. Porque les redujeron salarios, beneficios o compensaciones. Porque consintieron que la actual dirigencia sindical permaneciera controlando a ese enorme ente que es la burocracia.

Porque su hartazgo no solo era por lo económico, sino porque a pesar de que muchos eran -son- muy buenos haciendo su trabajo, de que llegaron en diferentes momentos y de que se adaptaron a las nuevas políticas laborales, independientemente de quién fuera el gobernador o de cuál partido tuviera el poder, siempre recibieron trato como personal de segunda o tercera clase.

Porque en ellos, quienes llegaron al poder en 2016, vieron a los culpables del rezago administrativo, de las fallas en el sistema estatal de administración y hasta en la corrupción que fue permeando al gobierno estatal durante años. Y si bien, a esa administración no le faltó razón en buena parte de sus argumentos en este sentido, la generalización de las culpas fue lo que ocasionó una molestia que fue acumulándose hasta que reventó el 5 de junio.

Entonces, decía, preguntando a varios amigos y conocidos que laboran en el gobierno estatal desde hace por lo menos 10, 12 años, me confiaban eso: Estaban -están- hartos del trato, de ver cómo a la burocracia media y baja se escamoteaban beneficios mientras lo jefes, los mandos medios, los secretarios, subsecretarios, asesores y demás amigos, se repartían el grueso de los beneficios.

Puede tratarse de una respuesta legítima a la defensa de sus intereses, a la reacción natural para contar los agravios de años o bien, un acto de oportunismo político, pero el caso es que el grueso de los trabajadores estatales decidieron votar por un cambio en el gobierno.

¿Que si este nuevo movimiento les preocupa? Sí, me decían algunos, pero no tanto como seguir con un proyecto que le iba a dar continuidad a lo que ya viven. No es tanta la inquietud, pues inclusive hay confianza en que quienes lleguen cambien las cosas para bien o por lo menos, no las empeoren según su razonamiento.

El hartazgo es evidente, porque es mucho. Pero no hay tanta incertidumbre porque la salida de gente se dan cada cambio de gobierno y son sobre todo de mandos medios hacia arriba. Los demás se van a quedar y tienen confianza en que el nuevo gobierno los va a entender y va a mejorar las cosas, han expresado.

Parece que las cosas vendrán mejor para ellos a partir de octubre, porque aunque el nuevo gobierno aplique una política de severa austeridad y de cuidado escrupuloso del gasto público, no veo que haya un despido masivo de burócratas y empleados que llevan años ahí, haciendo las cosas como se debe.

ESCOTILLA

Ayer en Ciudad Victoria, fue atacado a balazos y asesinado Antonio “Tony” de la Cruz, reportero de Grupo Editorial Expreso-La Razón. Su hija permanecía grave en un hospital y su esposa estaba a salvo.

Los atacantes lo esperaban cerca de su domicilio, por la mañana. Lo balearon y huyeron impunemente sin que hasta el momento haya indicios de su identidad. Tony de la Cruz era una persona conocida, querida y respetada.

Al igual que directivos y compañeros de esta empresa, lamento y condeno el asesinato y me uno a las exigencias de justicia. A su familia y seres queridos, mis condolencias y solidaridad.

abarloventotam@gmail.com

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