Cuando Luis René “Cachorro” Cantú se vaya dela dirigencia estatal del PAN, en máximo dos meses, los panistas ya deberán haber avanzado en sus discusiones internas sobre quién será el sucesor.

A los panistas del estado les urge que haya cambios que sean percibidos realmente así y no solo un movimiento que maquille el control del grupo que mantiene al partido sometido a sus intereses particulares en el último lustro.

Para cuando “Cachorro” se vaya, el daño al PAN será enorme y no solo por todas las derrotas acumuladas en el período en el que estuvo al frente del blanquiazul, sino principalmente porque en todo ese tiempo solamente fue el encargado de comunicar decisiones, dar largas, mantener el alejamiento de la dirigencia respecto a la militancia y además, no proyectar la imagen de un instituto político fuerte, con cierta autonomía y con preocupación por escuchar a sus miembros.

Si en la oficina donde se toman las decisiones importantes de Tamaulipas ya se tuvo la humildad suficiente para aceptar los errores y reflexionar sobre lo que viene después del 1 de octubre, una de las primeras acciones que deben tomarse es la de la sacudida a ese árbol de pobres frutos que es el PAN estatal.

Los verdaderos panistas, esos que se vieron avasallados en la pasada contienda entendieron cuál es su situación, tienen que apostar por un nuevo PAN, renovado y que empiece a hacer lo que siempre debió, es decir, tener una dinámica propia, autonomía y poder de decisión.

En los tiempos políticos que agonizan, el partido fue sometido brutalmente. No se le permitió un margen de maniobra suficiente para que fuera visto como un ente con fuerza propia, sino como un apéndice del aparato público.

El blanquiazul fue perdiendo poco a poco identidad como vehículo para alcanzar el poder, tal como está escrito en sus estatutos. Vamos, seguramente el recadero y su jefe ni siquiera conocen esos documentos básicos ni han cumplido con la formación ideológica necesaria de los primeros años.

Por eso sus resultados -los de ambos, partido y dirigente- son tan mediocres, por eso su desapego ya no solo de la sociedad, sino de la militancia. Sus dirigentes estatales fueron siempre recaderos de quien realmente ha mandado en el partido. Durante los últimos años, su actuación estuvo supeditada a la llamada telefónica de donde venía la orden o el regaño disfrazados de sugerencia.

El PAN tamaulipeco es como un árbol que tiene frutos buenos y otros podridos. Unos más en etapa de maduración y algunos en su punto. Lo que dicta el sentido común es sacudirlo para que se caiga lo que no sirve. Podarlo, quitar las ramas huecas, carcomidas y dejar lo que sirve, lo que tenga futuro para crecer y fortalecerlo.

Por eso, lo primero que debió hacerse desde donde se ha decidido el rumbo del partido, es paradójicamente eso: Decidir una vez más -total, ya lo perdido no se puede recuperar-, para ordenarle a Luis René Cantú Galván, conocido como “Cachorro”, que haga algo bueno y se vaya de una vez de la dirigencia estatal antes de que siga generando más molestia.

Si antes, cuando solamente era el encargado de la oficina no pudo dar los resultados que su jefe le encargó en las elecciones del año pasado, mucho menos lo hizo después cuando llegó al Congreso por la vía fácil, la que lo hace representante de todos y de nadie, la plurinominal.

El papel que ha hecho “Cachorro” es más que cuestionado, es pobre, mediocre. Es vergonzoso. Pero quizá no todo es su culpa, porque finalmente él solo transmitía los recados que le llegaban, hacía como que dirigía y que tenía un liderazgo que solamente existió en el papel.

Desde la manera en que mantuvo alejado al partido de sus cuadros más valiosos hasta su ineficiencia en la operación de los procesos internos para seleccionar a los candidatos a las Alcaldías y diputaciones el año pasado, “Cachorro” demostró que ha sido quizá el peor dirigente estatal del PAN en Tamaulipas.

Ha habido otros, es cierto, que se han caracterizado por su inteligencia, otros por su entusiasmo y hasta los de mediano entendimiento. Sin embargo, a todos los anteriores les tocaron tiempos diferentes, años en los que el PAN tenía que luchar contra un poderoso aparato estatal que estaba detrás del PRI y lo que alcanzaran a obtener era más que reconocible.

Hasta que llegó “Cachorro” y todo se fue al caño. Repito, probablemente no toda es su culpa, sino de quienes se han empeñado en tenerlo ahí, como un mensajero de lujo, como una mera pantalla a quien responsabilizar de las derrotas, aunque se sepa bien en todo Tamaulipas que esas tienen un padre que no las va a reconocer.

Aquí la pregunta precisa que se hacen ya muchos panistas desde el día de la derrota, es ¿Cuánto se podrá rescatar de lo estropeado por “Cachorro”?. Algo en lo que coinciden numerosos militantes del blanquiazul es en que entre más rápido mejor, porque así dejará de hacerle daño al partido.

El caso de Cantú Galván es ejemplar si hablamos de ausencia de liderazgo y de trabajo pobre, de carencia de habilidad política y hasta de iniciativa para tener la vergüenza suficiente para renunciar ante el nuevo fracaso que tuvo como encargado del partido.

Antes de que se vaya, una pregunta ronda el ambiente: ¿Y quién va a encabezar la reconstrucción del PAN? ¿Los panistas van a seguir permitiendo que se meta mano desde el Senado o desde alguna otra oficina pública? ¿Realmente hay un interés por sanear y reorganizar al partido, acercarlo otra vez a la gente, fortalecerlo y convertirlo en una opción competitiva en la tan deseable competencia electoral de 2024?

Lo que sí se sabe es que con la salida de “Cachorro” de la dirigencia del PAN, es urgente la llegada de nuevos cuadros y la asunción de liderazgos que han sido desplazados en estos tiempos.

abarloventotam@gmail.com

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