Los resultados de la consulta popular realizada el domingo fueron como muchos lo esperaban: pobres y decepcionantes.

En términos de participación ciudadana, en el país fueron poco más de 6 millones 600 mil personas las que acudieron a manifestar su opinión, una cifra muy baja si comparamos con las expectativas que habían creado los principales promotores. Eso es apenas un 7% del padrón electoral.

Al margen de quienes opinan que fue un fracaso esa consulta en términos de participantes, si la vemos desde la perspectiva de la disposición de los ciudadanos a acudir a un proceso de votación teniendo como base un tema importante, pero planteado inadecuadamente, la conclusión es que perdieron los propagandistas que vendieron la idea de que era un plebiscito para meter a la cárcel a los expresidentes del país.

Dejemos de lado la invalidez legal de la consulta y vayamos a lo real: la incapacidad de Morena, sus directivos, liderazgos y figuras referentes ya no para convencer, sino simplemente para movilizar a simpatizantes a las mesas de votación.

De acuerdo con datos del Instituto Nacional Electoral, con prácticamente el 100 por ciento de las boletas computadas, estados como Tamaulipas no llegaron al 7% de participación.

En términos relativos, revisando cada uno de los 8 distritos federales en los que está dividido Tamaulipas, vemos cosas interesantes que deberán tomar en cuenta los partidos que van a buscar el triunfo en la renovación de la gubernatura en 2022.

Por ejemplo, en el distrito 1 de Nuevo Laredo, apenas salieron a votar 16 mil personas, lo que representa menos del 5% del padrón y así nos vamos con todas las demarcaciones en donde hace menos de 2 meses Morena obtuvo triunfos electorales, pero ahora no pudo sacar a la calle a sus simpatizantes para votar.

Los resultados finales indican que en los distritos del norte del estado, los cuales ganó Morena en los comicios del 6 de junio, los porcentajes de votación oscilador entre el 4 y el 6 por ciento, mostrando crudamente la dimensión real del voto duro del partido del Presidente, el principal promotor e interesado en esta consulta.

En el estado donde Morena ganó la mayoría del Congreso y los principales municipios en junio pasado, los participantes en la consulta popular y, se infiere, simpatizantes del partido-, fueron 178 mil 254, lo que representa el 6.49% del total de los ciudadanos tamaulipecos en el padrón electoral.

¿A qué viene todo esto? A que si observamos bien, al partido del Presidente se le perdieron muchos, muchísimos votos del 6 de junio a la fecha. Es de esperarse que haya quienes desacrediten los calificativos de fracaso de la consulta como un embate de la derecha o de los adversarios del régimen, pero los números son fríos y contundentes.

La enseñanza que nos deja esto es que para próximos ejercicios de participación ciudadana como las elecciones del año venidero en las que se renovará la gubernatura, los partidos deberán poner atención a la movilización de votantes para obtener los resultados que esperan.

Si la consulta popular fue presentada en la narrativa oficial como un instrumento para validar acciones del régimen para proceder judicialmente contra exPresidentes y se le apostó políticamente para convertirla en un termómetro de la molestia ciudadana, debe preocupar la pobre respuesta de la gente.

Si se toma como referencia para ir midiendo el entusiasmo popular en este tipo de ejercicios democráticos, el porcentaje de participación de la consulta da una idea de lo que se tiene que hacer.

Es obvio que no es lo mismo una consulta popular con una pregunta tan ambigüa y tan evidentemente dirigida a un grupo de personas que comparten los mismos ideales, que una elección en la que entran en disputa grupos de interés político, social y económico más numerosos y variados.

No es lo mismo lo que está en juego, pero nos dice qué tanto deberán trabajar los partidos para lograr que los ciudadanos mantengan el entusiasmo y salgan a votar.

El resultado de la consulta en Tamaulipas nos da una idea de cuál puede ser el tamaño del voto duro de Morena, cuál fue la capacidad de movilización en las elecciones de junio, cuál es la prioridad para el partido y, también, el interés en que la gente salga.

Considerar la baja afluencia de votantes como un fracaso para Morena puede ser aventurado, pero sí es algo serio que no puede soslayarse.

Para cerrar, solo hay que preguntarse en dónde se quedaron todos esos votos que el 6 de junio obtuvieron los candidatos del partido que promovió la consulta popular como si de ella dependiera el futuro del país. ¿Podrá repetir en 2022 los resultados de junio? Probablemente sí, pero no va a ser fácil.

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