El fin de semana, el Tribunal Electoral de Tamaulipas (Trieltam) le dijo que no al intento del PAN por lograr la anulación de los resultados de los comicios del 5 de junio. Aunque todavía falta por determinar si procede o no la principal queja presentada por el blanquiazul, esto es un indicio de lo que puede darse.
La decisión de los magistrados es un anticipo de la decisión que el Tribunal podría anunciar el 25 de agosto, cuando revise otros recursos legales presentados por el PAN para tratar de anular la votación en casillas ubicadas en la zona citrícola del estado. La negativa del sábado fue en relación a varios recursos que había presentado el partido ante esa instancia.
Al negarle a los panistas la posibilidad de que prosperaran sus quejas legales, prácticamente se envía un mensaje claro acerca de la falta de solidez de los argumentos presentados por el partido en el poder estatal y de las posibilidades de que logren ese objetivo. Simplemente, se ve muy difícil que el oficialismo local consiga anular las elecciones que perdió hace dos meses.
Como se recordará, Acción Nacional ha fundado las esperanzas de echar abajo la elección en su impugnación a los resultados obtenidos en casillas de votación instaladas en algunos municipios, entre ellos Hidalgo, en donde argumentó la intervención directa e indirecta de grupos armados que incidieron en el rumbo del proceso electoral. No obstante, varios magistrados consideraron que las evidencias aportadas carecen de la solidez suficiente como para que se decidiera declarar la invalidez.
La principal queja de los panistas sigue vigente y se discutirá, como decía, el 25 de agosto, pero los resultados de la sesión del fin de semana ha reforzado la percepción entre los morenistas de que no hay marcha atrás y de que los magistrados del Tribunal Electoral de Tamaulipas confirmarán el triunfo de Américo Villarreal. Para el PAN, en cambio, se trata solamente de algo menor y mantienen sus esperanzas de que el Trieltam le otorgue la razón. Vamos a esperar.
EL LABERINTO MORENISTA
A una semana de las elecciones para integrar sus consejos distritales y nacional, Morena está metido en un problema que es más moral que jurídico. Es una encrucijada en la que el partido del presidente López Obrador no va a salir tan fácil, por más que a numerosos dirigentes se les da con mucha facilidad escurrirse cínicamente de este tipo de situaciones.
Hace días comenté en este mismo espacio que el proceso interno de Morena había sido rondado por el fantasma del viejo PRI, a quien muchos dan por muerto y sepultado pero que en realidad está más vivo que nunca. El tricolor reencarnó en Morena con las peores prácticas que se le conocían, como se pudo confirmar el fin de semana anterior.
Acarreo de ciudadanos para que votaran por determinados aspirantes a consejeros, peleas a puño cerrado, acusaciones cruzadas de manipulación y coerción de votantes, insultos y por supuesto, imposición de consejeros bien identificados con los gobernadores y grupos de poder de cada entidad, fue algo que nos recordó nuevamente el origen del movimiento que aceleradamente se convierte en un partido de negras costumbres.
Los morenistas están en un laberinto en el que van a tardar en salir bien librados, porque cuando lo hagan se quedarán con la mancha de haber heredado lo por que siempre criticaron del PRI sus fundadores.
Hoy en día, el partido del presidente que fue fundado con la idea de venderle a los ciudadanos la esperanza de que las cosas estarían mejor, de que sería un vehículo jurídico para llevar al poder a la gente y de que sería un modelo de democracia, participación equitativa y transparente en las decisiones del gobierno, está en entredicho.
Ya no solo es la cuestionada capacidad de muchos funcionarios que ocupan puestos públicos en cualquier nivel de gobierno y que hacen parecer a los del PRI y del PAN como aprendices: Es todo un conjunto de cosas que hace dudar acerca de la conveniencia de permitir que este movimiento-partido llegue más allá de 2024 o de 2030, en el peor de los escenarios.
ESCOTILLA
La versión extraoficial de que Luis René “Cachorro” Cantú, todavía encargado del PAN en Tamaulipas busque la reelección en el proceso interno que se realizará el próximo mes, es más una broma de pésimo gusto que una posibilidad real.
Después de su catastrófica gestión al frente del partido, “Cachorro” no puede aspirar mas que a seguir cobrando como diputado plurinominal en el Congreso del Estado.
Pensar en querer impulsarlo como candidato a la reelección es otra burla para los panistas tamaulipecos que en los últimos años han tenido que soportar la arrogancia de quienes han manejado al partido como patrimonio personal.
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