Aunque datan de hace tiempo, no eran tan evidentes las diferencias entre el dirigente estatal del PRI, Edgardo Melhem Salinas y el exdiputado federal Alejandro Guevara Cobos, como se vio hasta el fin de semana pasado. Tampoco había quedado tan clara la débil imagen del primero, como se pudo constatar.

El sábado, Guevara Cobos acudió al Polyforum de Victoria, en donde miles de personas procedentes de numerosos municipios se pronunciaron en favor de César “Truco” Verástegui, como su favorito para encabezar el proyecto de darle continuidad a los Vientos de Cambio. De entrada, el mantense se confirmó como el interlocutor con el priísmo, mientras su dirigente se quedó paralizado, marginado por decisión propia.

Lo del fin de semana se considera una muestra del poder de convocatoria de Verástegui, a quien según se ve, van a apoyar priístas, panistas y los perredistas que aún hay en el estado y que sean convencidos de que es el abanderado ideal de una inminente coalición amplia para enfrentar a Morena.

Es este punto el que ha llevado el enfrentamiento de Guevara y Melhem, pues mientras el primero se pronunció hace semanas por apoyar una eventual alianza del PRI con el PAN y otras fuerzas políticas para darle la batalla a Morena en los comicios de 2022, el segundo se ha manifestado en contra, a pesar de que es quizá la última oportunidad que tiene el tricolor para seguir figurando con posibilidades de recuperar el terreno político.

Hay que recordar que la asignación de candidaturas plurinominales al Congreso local fue uno de los primeros encontronazos de ambos personajes, pues Melhem repitió el ciclo de sus antecesores Rafael Benavides y Yahleel Abdalá, quienes a pesar de las desastrosas derrotas del partido en los comicios de 2016 y 2019, aseguraron antes que nadie el primer sitio y llegaron al Legislativo sin siquiera ensuciarse los zapatos caminando para pedir el voto de los tamaulipecos.

Y aunque Alejandro Guevara aguantó que Melhem lo haya enviado hasta el tercer sitio de la lista, así como la incertidumbre de ganar o no una diputación plurinominal, el hecho de tener posturas diferentes sobre si el PRI debe ir o no en coalición con el PAN en los comicios del próximo año ha terminado por acentuar las diferencias y quizá, hasta el enfrentamiento.

Es público y notorio el comportamiento de Edgardo, quien desde que llegó al cargo no pudo reorganizar al partido; no alcanzó a recuperar terreno y por si fuera poco, tampoco mantuvo relaciones del todo cordiales con el poder estatal. Su trabajo está a la vista: apenas dos diputaciones locales y plurinominales, además de un brutal descenso en el número de municipios gobernados y en regidores, es decir, el desastre casi total.

Por lo mismo, resulta comprensible que ante la falta de liderazgo y de resultados aceptables (sí, así como en el PAN que encabeza Luis René “Cachorro” Cantú), haya quienes prefirieran buscar alternativas para darle oxígeno al partido, como en este caso Alejandro Guevara. Es pocas palabras: La incapacidad de empujar al tricolor hacia adelante permitió a Alejandro a moverse en nombre del priísmo.

La idea de ir en una alianza no parece descabellada si se ve desde la óptica del pragmatismo que prevaleció en los comicios anteriores, cuando el PAN postuló como sus candidatos a priístas en activo, como Yahleel Abdalá en Nuevo Laredo y Oscar Almaraz en Victoria. Mientras para el blanquiazul puede ser complementaria la fuerza y experiencia de los operadores priistas en el siguiente compromiso, para el tricolor esto representa una de sus últimas esperanzas de renacer.

Como hemos visto la manera en que Melhem ha conducido al PRI estatal, no debería extrañarnos que si ve perdida su batalla por impedir que haya una alianza con el PAN, el dirigente del partido se convierta en un aliado de facto de la fracción de Morena en el Congreso y con su voto, decida cuestiones importantes para el régimen local.

Estas diferencias con Guevara y otros priístas no son ideológicas ni obedecen a cuestiones de dignidad como pretende hacer creer Melhem, pues si así fuera, él mismo no habría aprovechado su condición de dirigente estatal para quedarse con el primer lugar en la lista de plurinominales y hubiera preferido seguir trabajando en la reconstrucción del maltrecho priísmo tamaulipeco en vez de llegar al Congreso como lo hizo.

El enfrentamiento es más por un asunto que tiene que ver con la capacidad de lograr acuerdos hacia dentro del partido que con la defensa del PRI. Debe recordar que los partidos compiten en elecciones para ganar el poder y eso lo saben bien todos. Lo que esto nos deja ver es que mientras el dirigente quiere imponer su visión de rechazar una posible alianza argumentando asuntos de dignidad y principios, en el fondo no es más que un berrinche porque desde el poder local no lo han tomado en cuenta como él ha querido.

Ahora, viene otro asunto: ¿Le conviene al PRI aliarse y ceder la candidatura al PAN en las próximas elecciones? ¿Va a someterse a un proyecto que representa la continuidad de prácticas políticas que han dejado descontentos y molestos a muchos, inclusive panistas? ¿O va a optar por ver cómo sus diezmadas militancia y bases se siguen dividiendo entre Morena y el panismo que no quiere irse del poder? Esas son preguntas que deberían estarse haciendo con sentido de autocrítica los priístas y en especial, Melhem y los que se oponen con esta inútil resistencia a lo que parece inevitable.

abarloventotam@gmail.com

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