Parece no tener fin y por el contrario, aumentar de tamaño cada minuto que transcurre.
Los números son de dar miedo, preocupación e indignación por igual, no importa cuál prevalezca.
Cada que se dan a conocer, producen sensaciones de desasosiego, de frustración, de coraje, de desencanto. Y no, no es la imagen de dudoso respeto que tiene el país en el contexto internacional, aunque sí aplica.
Tampoco se trata de los yerros, las ocurrencias y las distracciones que día con día vemos, escuchamos y leemos, que tienen su punto de partida en Palacio Nacional.
La lista interminable de la que hablo no es solo de los asuntos pendientes, de los traspiés de la camarilla gobernante en su torpe manejo de la narrativa de austeridad y honestidad, que ha quedado evidenciada como falaz.
El asunto de la lista interminable y creciente es la de los muertos que se le deben cargar como pasivos al saldo del gobierno federal en su primera mitad.
Son los más de 112 mil homicidios dolosos que se han registrado oficialmente en México, desde que se inició el gobierno de la autollamada Cuatroté.
De acuerdo con cifras del Sistema Nacional de Seguridad Pública consignados por la empresa TResearch, hasta este viernes sumaban 112 mil 372 personas asesinadas con violencia en el país, un número preocupante porque su frialdad se queda corta con lo que sucede realmente en el ánimo social.
Al ritmo que lleva, si se mantiene la misma tendencia el gobierno del presidente López Obrador será más sangriento que el de sus antecesores Enrique Peña Nieto y Felipe Calderón, a quien los seguidores del líder de la autollamada 4T han querido encasillar como el más violento.
Más allá de las opiniones de unos y otros, lo irrefutable es que el sexenio actual está resultando más violento en su primera parte en comparación con los últimos 5 gobiernos “neoliberales”.
Se diga lo que se diga, es en el gobierno de la 4T en el que los muertos se cuentan por decenas de miles y casualmente, es una administración en la que a diferencia de las anteriores, se ha decidido no aplicar la ley contra los criminales, a quienes desde el principio el Presidente les ofreció abrazos en vez de someterlos a la acción de la justicia.
PERIODISTAS, LOS OTROS MUERTOS DE AMLO
En el recuento del saldo negativo que tiene la autollamada 4T a la mitad del sexenio, al Presidente López Obrador se le deben adjudicar también los otros muertos, que al igual que los primeros, se siguen cometiendo como resultado de la impunidad que caracteriza al gobierno, la intolerancia del régimen y su incapacidad para cumplir con su papel como garante de la libertad de expresión.
En menos de 2 meses ya van 6 periodistas asesinados en diferentes estados del país. En los primeros 3 años del gobierno del Presidente López Obrador, se cuentan 31 muertos.
El común denominador es la falta de garantías para ejercer la profesión en país, la impunidad y la corrupción que se manifiestan de diversas formas pero siempre, con la acción de los criminales.
El ambiente social crispado que hace posible que esos crímenes permanezcan impunes en su mayoría, es consecuencia de la polarización social y política alentada desde Palacio Nacional.
Si a eso se le suma el linchamiento público y mediático de periodistas que no se rinden al deseo de aplaudirle todo al Presidente y en cambio deciden ejercer su labor con rigor, el saldo es un cóctel de animosidad de amplias franjas sociales afines a la 4T a quienes no parece escandalizar y sí, en cambio, alegrar, los asesinatos y desprestigio que se tolera y fomenta indirectamente desde el centro mismo del poder. No, definitivamente no vamos bien.

abarloventotam@gmail.com

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