Es de esperarse que a partir de octubre en Tamaulipas notemos, escuchemos, leamos y veamos una nueva narrativa oficial. Es también algo natural que va a ir alineado con lo que ya existe a nivel nacional, con el modelo de comunicación que ejerce el presidente López Obrador.

Aunque atendiendo las recomendaciones que han transmitido desde los más altos niveles de la Cuatroté al gobernador electo Américo Villarreal Anaya para que evite en lo posible confrontar abiertamente y en tono irreductible a los adversarios, es un hecho que entre las cosas que ya empezamos a notar es el enfoque que tendrá el equipo de transición para comunicar lo que vaya sucediendo en el proceso de entrega-recepción a partir del 1 de septiembre.

En el equipo del mandatario electo existe la certeza de que entre mejor se manejen las cosas, sin dar pie a espacios de mala interpretación, entre más se vaya informando puntualmente a los ciudadanos el estado en el que se vayan encontrando las cosas en el gobierno, será mejor para apuntalar la nueva narrativa que se va a sustentar en la transparencia, la austeridad y el uso eficiente de los recursos, como lo ofrecieron en campaña.

Es claro que para el próximo gobierno estatal es importante que desde el inicio de su gestión la gente conozca cómo se reciben las finanzas públicas, de cuánto serán la deuda con bancos privados y de desarrollo, tanto de corto como de largo plazo. También, el tamaño del pasivo que existe para el pago de pensiones a trabajadores estatales, el destino de millones de pesos en programas sociales y en proyectos de obra pública, entre otros muchos rubros en los que se maneja dinero.

Una señal de lo que viene la vimos ayer, cuando Américo Villarreal estuvo nuevamente con Jesús Ramírez Cuevas, el poderoso Coordinador de Comunicación Social de la Presidencia y puntal en la estrategia de proyección de la imagen pública del gobernador electo en el contexto nacional. Ramírez Cuevas fue, junto con el secretario de Gobernación Adán Augusto López, una de las dos personas de mayor confianza del Presidente López Obrador con quienes Américo se reunió en la capital del país apenas unos días después de ganar las elecciones. Eso da una idea de la importancia de Tamaulipas para la Cuatroté.

Como decía, la nueva narrativa tendrá un giro, pues pasará del basarse en una figura central en un proyecto compartido con la Federación. Veremos prácticas similares, pero seguramente con una diferencia notable: La cercanía del gobernador electo con los ciudadanos, sin demasiados filtros que los que la sensatez establezca.

También, una dinámica de comunicar las cosas directamente, sin demasiados adornos y abriendo la información para que todos tengan acceso a lo que necesitan saber del nuevo estilo de gobierno en el estado a partir de octubre.

Y así, posiblemente, los conceptos de esperanza, austeridad, justicia, seguridad, bienestar y combate a la corrupción e impunidad sean frecuentes en los discursos, en las acciones y en las decisiones que se anuncien. También, van a regir la relación con los otros poderes, para ir marcando una diferencia respecto al pasado.

Como lo escribía hace días aquí mismo: Sin confrontar, sin caer en provocaciones que pueden hacer perder el tiempo y distraer, Villarreal ha seguido la estrategia de afianzar los vínculos que ya existen con la Cuatroté para que los mensajes enviados desde el centro sigan siendo claros y contundentes: No a la pelea inútil y a destiempo, pero tampoco a la indolencia para dejar pasar lo que está mal. Para todo hay tiempo, no hay que desesperarse.

PORFIRIO Y MONREAL, LAS DIFERENCIAS

Cada uno por motivos diferentes y con trayectorias que tienen algunas cosas en común, Porfirio Muñoz Ledo y Ricardo Monreal son dos personajes que en su momento fueron importantes para la Cuatroté, hasta que se volvieron incómodos.

De Porfirio Alejandro ya había comentado hace tiempo que lo conocí siendo Senador por el Frente Democrático Nacional (FDN), que postuló a Cárdenas en el 88. Porfirio fue quizá el más brillante de los tribunos en el Senado en esa Legislatura. Es un tipo brillante, cultísimo, aunque también arrogante. Conocedor como Andrés Manuel de las entrañas de ese monstruo que era el PRI y de cuyo seno fue expulsado cuando quiso frenar el avance del neoliberalismo, Porfirio se fue cargando con pragmatismo al centro y luego a la derecha, para regresar a la izquierda que abrevó en el nacionalismo revolucionario de los años dorados.

Luego se subió al barco de la llamada Cuatroté, de donde fue echado al mar sin salvavidas. Le habían prometido la Embajada de Cuba como premio de consolación, cuando no pudo conseguir la dirigencia nacional de Morena ante Mario Delgado. Nada le han dado y seguramente así terminará su larguísima carrera política: Confrontado con quien apoyó e inclusive colocó la banda presidencial, para después pelear entre acusaciones cruzadas y patéticas.

Ayer me enteré que Porfirio puso oficialmente en marcha la (su) Fundación Porfirio Muñoz Ledo Nueva República, con la que quiere dar luz a quien lo desee, sobre el rumbo político que debería seguir el país. El esfuerzo es bueno, pero el México de este siglo no es el de 1987 ni el enemigo a vencer entonces (el feroz neoliberalismo de De la Madrid y Salinas), es el nacionalismo revolucionario recargado de Andrés Manuel. Es una lástima por él, pero entre los políticos de esta estirpe saben bien que así son las cosas.

De Monreal no me queda mucho espacio para hablar, pero puedo decir que quienes quieren comparar su actitud con la escisión provocada por Cárdenas, Porfirio e Ifigenia Martínez en el PRI de finales de los 80, pierden de vista lo mismo: Son otros tiempos, aunque la mezquindad siempre es la misma. Y no, aunque el senador Monreal es un tipo preparado y conoce bien a Andrés Manuel, no está en su buen ánimo para verlo como potencial sucesor. ¡Ah! Y tampoco tiene la imagen de Cuauhtémoc, con todo lo que eso significa. Ni hablar.

abarloventotam@gmail.com

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