El Presidente dice que ya se cansó, que ya no puede más y que se va a retirar en 2024. Hay que creerle a medias.

A mediados de la semana, Andrés Manuel dijo antes de llegar a Nayarit que ya no puede más, que en 2024 termina y que se retirará, lo que puede tener distintas interpretaciones, pero en ningún modo como una declaratoria de rendición o de que va a mantenerse inactivo.

Quienes conocen a López Obrador desde que desertó del PRI cuando no lo hicieron candidato al gobierno de Tabasco, coinciden en que los años, las dificultades de ser opositor y después, la embriaguez que provoca el poder presidencial no han hecho sino acentuar sus rasgos autoritarios, que ya se perfilaban hace más de tres décadas y por eso no creen que se vaya a ir así como así.

Los motivos por los cuales el Presidente López Obrador se dijo cansado y dispuesto a cerrar su ciclo político en 2024 son varios y muy evidentes a tres años de haber asumido el poder, pues van desde que ya se dio cuenta que gobernar no es tan fácil como sugerirlo cuando se está en la oposición, hasta que quiere poner una pausa a su ajetreada vida política.

O quizá porque a fuerza de golpes de realidad, se percató de que querer materializar sus deseos de transformar profundamente al país requiere más que buena voluntad, que una mayoría en el Congreso y en las Legislaturas locales o el apoyo comprado de las fuerzas armadas, a las que ha empoderado peligrosamente para la democracia.

El cansancio presidencial puede deberse también a la suma de golpes que, pese a que lo niegue, han destrozado gradualmente la narrativa presidencial que le dio en gran medida el triunfo en las urnas hace 3 años. La actitud tozuda de López Obrador para mantenerse inamovible en su discurso contra la corrupción y a favor de la austeridad, no ha hecho otra cosa mas que evidenciarlo como ignorante de la realidad y le ha granjeado cada vez una mayor desaprobación ciudadana a su gestión. Se ha quedado solo en esa posición, rodeado de incondicionales que le endulzan el oído con lo que quiere escuchar.

Para entender el contexto hay que tomar en cuenta varios factores que influyen en la marcha diaria del gobierno, tanto en lo doméstico como en el concierto internacional. Hacia adentro, el nuevo régimen no ha querido asumir su responsabilidad institucional de ser garante de la seguridad de los ciudadanos, ha renunciado vergonzosamente a su obligación de cumplir y hacer cumplir la ley, para aplicarla a quienes la trasgredan, máxime si se trata de grupos de la delincuencia organizada que saquean recursos naturales, que extorsionan, trafican, roban y asesinan impunemente con la complacencia y complicidad del Estado mexicano.

Hacia afuera, el gobierno de López Obrador ha dado traspiés, mostrando una política exterior errática, plegada a los intereses estadounidenses, aunque a veces jugando a querer mantener una distancia que no siempre ayuda. El haber convenido con el ex Presidente Trump servir como tapón de la migración centroamericana y con ello hacerle el trabajo sucio de contención del flujo migratorio, pone a Andrés Manuel en el mismo nivel de los personajes a los que históricamente ha calificado como traidores a sus ideales, esos del siglo XVIII y XIX que tanto le gusta aludir.

¿Por qué o de qué se cansó el Presidente? Tal vez la edad está pasando factura. O la salud que se ha ido mermando por las presiones a las que debe estar sometido al ser el jefe del Estado.

Tal vez porque sabe que deberá vender esa imagen desde ahora, para que poco a poco quien lo suceda tenga mayor margen de maniobra y pueda contar con espacio, legitimidad y suficiente poder para continuar los cambios propuestos por la autollamada Cuatroté.

Pueden ser muchos y variados motivos los que expliquen con precisión el motivo del cansancio origen de la frase, pero de ninguna forma puede entenderse como una rendición anticipada por la frustración de no poder avanzar más.

En lo personal, coincido con quienes creen que se trata más de una de esas frases ocurrentes y hasta llamativas del Presidente para atraer la atención, distraer de otras que deben importarnos y con ello, seguir ganando la batalla por imponer agenda, por hacerse dueño único de la narrativa que domine la conversación pública.

López Obrador tiene que decirse cansado y dispuesto a retirarse para no restarle desde ahora, posibilidades al sucesor o sucesora que quiere. Para seguir moviéndose detrás de quien esté al frente del Ejecutivo, como una suerte de líder moral, histórico o natural, con esa actitud paternal y con una aureola de sapiencia. Como una especie de Jefe Máximo de la autollamada 4T, pero sin que se le considere un caudillo de los que había en México hasta el siglo pasado, en pocas palabras.

Yo no creo que los cuestionamientos a la imagen y honestidad suya o de sus familiares le hayan cansado. Tampoco que sea el ejercicio del poder, porque para eso se entrenó durante años. Por largo tiempo lo anheló, lo buscó, lo peleó hasta lo límites de las fuerzas y de la dignidad.

No le creo eso del retiro, como tampoco deberían hacerlo, para bien y para mal sus seguidores, pero sobre todo, quienes no están de acuerdo con él. La lectura de sus dichos debería ser, como en tantas otras cosas, al revés.

ESCOTILLA

Una noticia me llamó la atención, ayer que navegada por la web. Tiene relación directa con la acción -e inacción- de las autoridades ante el crimen organizado en el país. La información habla de cómo el Presidente López Obrador asegura que el 80% de los homicidios dolosos que se registran en México están relacionados con el crimen organizado.

Lo irónico es que en 3 años de su gobierno, van más de 113 mil 600 muertos por esta causa, más que los reportados en los dos sexenios anteriores por estas fechas. ¿Quién de sus cercanos le dirá al Presidente que no está funcionando su estrategia de “abrazos, no balazos”, antes de que siga aumentando el número de muertos?

abarloventotam@gmail.com

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