La necesidad de enfrentarse al actual régimen en condiciones medianamente competitivas, ha llevado a varios de los principales partidos políticos de oposición en México a establecer acuerdos para formalizar alianzas a nivel nacional.
Hace meses, el Presidente Andrés Manuel López quiso sorprender a la opinión pública diciendo que anónimamente le habían llegado a Palacio Nacional documentos sobre la existencia de un supuesto frente opositor autodenominado Bloque de Oposición Amplia (BOA), en el que según la información difundida, aglutinaba a actores políticos organizaciones sociales y empresariales de la más diversa índole.
Más allá de eso que no fue confirmado, lo que es indiscutible es que una amplia cantidad de fuerzas sociales, políticas y económicas entendieron que la única manera de enfrentar al nuevo (viejo) régimen era uniéndose y presentando un frente común en los comicios de 2021, que se consideran vitales para garantizar la continuidad de la autollamada 4T, o bien, para romper la inercia que trae el Presidente López con sus todavía altos niveles de aceptación entre sus seguidores.
La falta de contrapesos que ayuden equilibrar el ejercicio del poder absoluto que tiene el Presidente López, con un control firme en el Legislativo y demasiada influencia en el Poder Judicial, el desgaste de muchos de los personajes de la vida pública, la apabullante omnipresencia mediática del titular del Ejecutivo y la percepción de una amplia capa de la población, se conjugaron para que la oposición formal y la informal se pusieron a trabajar en un plan que para los puristas, es aberrante: la alianza del PAN con el PRI y el PRD.
En ese contexto es que esos tres partidos anunciaron que van a ir juntos con candidatos comunes en por lo menos 140 distritos del país, en un intento por evitar la atomización del voto y el triunfo de Morena y sus partidos satélites como son el PT, PES y el siempre oportunista Verde.
Para Morena, que encabeza Mario Delgado, esa alianza ha servido para darle fuerza a la narrativa que durante años ha esgrimido el ahora Presidente López, como un mantra: la existencia de la llamada “mafia del poder”, representada por esos partidos.
De hecho, Morena acaba de subir a redes sociales un spot en el que hace énfasis en ese señalamiento que López Obrador ha repetido hasta la saciedad, siendo uno de los dogmas del lopezobradorismo.
Para muchos, la desmemoria es algo que se va acomodando de acuerdo con las circunstancias personales, políticas o económicas. Estamos ante un caso así.
No se trata de hacer aquí referencia al pensamiento de Weber o de Sartori, pero muchos olvidan que las alianzas o coaliciones entre fuerzas y actores políticos son un instrumento de los partidos para alcanzar o retener el poder.
También, que en México han existido ese tipo de acuerdos desde hace años.
La postura oficialista de desacreditar esas alianzas tiene como fin, desactivar cualquier posible alianza que le represente un peligro para conservar la mayoría que el Presidente tiene en la Cámara Baja y que se ha mostrado sin la suficiente autonomía.
Es entendible la narrativa de Morena, Delgado y el Presidente, porque apelan al “Se los dije. Tienen razón en la forma, no en el fondo.
Claro, también los dirigentes del PRI, PAN y PRD fallaron en ir preparando anticipadamente el terreno para generar una percepción ciudadana que aceptara la unión de fuerzas ideológicamente opuestas, en aras de promover y aprovechar el llamado voto útil, para cumplir un objetivo puramente político como es alcanzar el poder frente a sus competidores.
En Morena, en la autollamada 4T y en buena parte de los electores mexicanos se olvida que muchas de esas alianzas que en el pasado llevaron a cargos políticos a priístas, panistas, miembros del Verde y de otros partidos afines, son condenadas ahora por los que ayer se beneficiaron de ellas.
Finalmente, muchos diputados federales, senadores, gobernadores y funcionarios de primero o segundo nivel del actual régimen no se habían terminado de salir del PAN, del PRI o del PRD, cuando ya eran candidatos en Morena.
La memoria convenientemente selectiva olvida que los Barttlet, los Monreal, los Sansores, los Espino y muchos más, estuvieron antes en esos partidos que ahora son presentados nuevamente como una “mafia del poder” codiciosa, mezquina, corrupta y sí, en esos estándares de moralidad cuatroteísta, como apátrida.
Pero a ver quién tira la primera piedra.