En una de esas pocas acciones que muestran al Congreso de Tamaulipas como un ente en el que hay cierta idea de lo que es hacer política -aunque con evidente torpeza en lo general-, ayer la Diputación Permanente logró dar un paso más para romper algunos de los candados legales que dejó el cabecismo.
Los legisladores que integran ese grupo votaron a favor de reformar la Constitución Política para que a partir de ahora, no se necesite la autorización de los Ayuntamientos para llevar a cabo cambios en la misma.
Para los afines a la Cuatroté, esto permitirá que gradualmente se vayan rompiendo los candados legales que dejó el gobierno anterior, que había establecido que los Cabildos validaran los cambios que se hicieran en la Constitución.
Desde el punto de vista político se entiende, pues los panistas aún tienen la mayoría de los Ayuntamientos en manos de miembros e incondicionales.
La decisión de esta semana fue impulsada por los diputados morenistas pero también tiene su enorme carga de sesgo político, pues se trata de quitar candados legales que dejó el anterior gobernador presuntamente para proteger sus intereses personales y de grupo. En una medida como esta, hay que ver las cosas desde diferentes perspectivas.
El acuerdo votado esta semana por la Diputación Permanente solo requiere de la aprobación de la mayoría en el pleno del Congreso, lo cual se piensa que será posible, pues la ventaja que había obtenido la fracción panista ahora es endeble.
La idea principal de la diputación morenista al llevar a cabo estos cambios es comenzar a recuperar el control en el Congreso y desmontar el andamiaje legal que dejó el cabecismo en sus últimos meses, tras la derrota del candidato panista en las elecciones del año pasado y con el que buscó protegerse de investigaciones si es que se encontraban irregularidades en la administración estatal.
Y aunque la actual Legislatura no se ha distinguido precisamente por la habilidad política de sus integrantes -salvo contadas excepciones-, en términos generales el Congreso ha empezado a caminar por una senda en la que al final de esta gestión podrían notarse apenas los primeros cambios. Al menos, de lo perdido lo que aparezca es bueno.
EL QUEJUMBROSO DE SIEMPRE
El Presidente López Obrador se queja de que sus adversarios han hecho virales las imágenes de delincuentes desfilando en Chiapas, en donde la gente les aplaude por haber disuelto un bloqueo hecho por otro grupo criminal.
Como siempre, Andrés Manuel politiza y trata de minimizar la gravedad del problema que ha crecido por la indolencia de su gobierno: La delincuencia controla y pelea cada centímetro de Chiapas, como sucede en Tabasco, Guerrero, San Luis Potosí, Guanajuato, Veracruz y el resto de los estados del país.
Querer culpar a “la derecha” a “los conservadores” y a todo aquel que no piense como él, es un acto de cinismo por parte del Presidente. Todo el sexenio ha sido así, quejumbroso por las críticas y evasivo con sus responsabilidades legales.
En estos cinco años, el país ha vivido en un constante baño de sangre por la lucha de los grupos de delincuentes que controlan territorios, someten autoridades y corporaciones policíacas.
La militarización impulsada por Andrés Manuel ha sido un fracaso si observamos los números oficiales que sirven para hacer los reportes mensuales de organizaciones no gubernamentales y de la sociedad civil, en donde se muestra que el sexenio de la transformación es el más sangriento en la historia de México.
Los homicidios dolosos, las desapariciones, los secuestros, la extorsión y toda clase de delitos de alto impacto se han incrementado de manera exagerada en el gobierno de Andrés Manuel y eso no parece escandalizar a sus seguidores y justificadores. Si gobernara cualquier otro, la reacción sería diferente.
La realidad es cruda: Lo de Chiapas es solamente una pequeña muestra de la descomposición social que se ha acelerado en el gobierno de López Obrador por su indolencia -o complicidad- con los grupos criminales.
Así que su queja de que sus adversarios magnifican y hacen virales las imágenes es el menor de sus problemas, porque en el fondo, el principal es el deterioro que su incapacidad para enfrentar esta situación lo retrata de cuerpo completo: Indolente, cómplice y cínico.
ESCOTILLA
Se cumplieron nueve años de la desaparición de 43 estudiantes normalistas en Guerrero y el gobierno de Andrés Manuel, como el de Peña Nieto, ha sido incapaz de dejar las cosas claras y ofrecer una respuesta satisfactoria a los padres de esos jóvenes.
Ese es el caso más sonado del sexenio anterior, pero en el gobierno de la hay más, muchos más. Las desapariciones forzadas con López Obrador han sido más que con los neoliberales y conservadores a los que tanto gusta de criticar.
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