El despertar de los habitantes de Matamoros no fue como el que han estado acostumbrados en el último lustro: Una mañana más o menos tranquila, con el tradicional trajín de quienes regresan a casa trasnochados o bien, de quienes salen del hogar para buscar algo para el desayuno, a trabajar o para pasar “al otro lado”. Normal para su estilo de vida, si así se le puede llamar.

El de ayer fue un inicio de domingo diferente, que recordó los tiempos idos del Tamaulipas que estuvo bajo el férreo control del PRI y en clara connivencia con grupos delincuenciales, según se supo después cuando varios gobernadores fueron detenidos bajo acusaciones de haber cometido presuntos delitos del fuero federal.

Matamoros amaneció con bloqueos de vialidades, vehículos incendiados y balaceras, algo que casi habían olvidado los habitantes de mayor edad a quienes tocó el infortunio de tener que sobrevivir en medio de una encarnizada lucha de grupos criminales. A muchos jóvenes y gente que ha llegado de otros lugares del país tal vez les parezca algo extraño, porque la relativa paz y tranquilidad de la que han disfrutado tiene menos de una década y no habían vivido algo así.

Lo de ayer preocupa porque puede ser una señal de lo que especialistas en temas de seguridad nacional habían advertido desde hace meses y que se reforzó con las expresiones del Presidente López Obrador hace días, en relación a su beneplácito para que la predominancia de un grupo delincuencial en determinadas regiones del país, sea sinónimo de garantía de tranquilidad y bajos índices de delitos.

Sin llegar a ser catastrofistas ni anticipar situaciones que eventualmente pueden ocurrir o no en los siguientes meses, lo de ayer no puede ser un buen augurio sobre todo cuando las cosas se habían mantenido en aparente calma.

Uno de los temores más grandes de los habitantes de Tamaulipas es justo ese: Regresar a los años negros en los que la impunidad de quienes trasgreden la ley era algo habitual. En los que desde el mismo poder se tendía un manto protector a toda actividad criminal, en los que había una simbiosis entre servidores públicos del área de seguridad y delincuentes. En los que el estado adquirió una lamentable fama que ha costado años terminar.

Nadie quiere que lo de ayer sea una muestra de lo que podemos esperar si quienes deben hacerlo no aplican la ley, si quienes tienen la responsabilidad de velar por la tranquilidad de los ciudadanos se deciden por repetir el nefasto modelo de repartir abrazos a los criminales, en vez de someterlos al imperio de la legalidad.

Nadie quiere -sean del oficialismo o de la oposición-, que Tamaulipas vuelva a tener esa imagen de estado entregado a los intereses delincuenciales, se llame como se llame la pandilla dominante en turno. Nadie lo desea, pero muchos temen que esto sea un preámbulo.

Volver al Tamaulipas de antes, al del terror por recorrer la llamada frontera chica, las carreteras de Monterrey a Nuevo Laredo, la Ribereña, el tramo de San Fernando a Matamoros o los de Mante a González, no es algo que alguien desee. Regresar al Tamaulipas en el que a pesar de los numerosos actos fuera de la ley eran evidentes, desde el gobierno se insistía en negar la realidad afirmando que eran hechos aislados o que no pasaba nada. Quienes recuerdan los gobiernos de Eugenio y de Egidio, bien saben de qué se trata esto.

Las autoridades de los tres niveles de gobierno tardaron varias horas en dar información oficial sobre los hechos, pero el silencio y la lentitud para decirle a la gente lo que pasó y cómo se recuperó el control de la ciudad, son muestras de la voluntad para enfrentar esto.

Lo de Matamoros no se puede explicar sin la ausencia de una política clara, firme, decidida de las autoridades federales para garantizar la tranquilidad de la población, para mantener una vigilancia permanente en ciudades y zonas consideradas de riesgo, en donde las actividades criminales sean algo plenamente identificado.

Es, como se ha dicho siempre, consecuencia de ser condescendientes con quienes trasgreden la ley, de preferir tratarlos como cualquier ciudadano productivo en vez de como delincuentes. Es ofrecerles, darles trato privilegiado con abrazos y renunciar a aplicarles la ley, como debe ser. Es ser cómplices, en pocas palabras. Y nadie, se lo aseguro, nadie que sea gente de bien en Tamaulipas quiere eso.

ESCOTILLA

1.-Grupo Garel, uno de los consorcios privados más importantes de Tamaulipas, recibió un reconocimiento por sus buenas prácticas empresariales y el trato al personal de sus empresas gasolineras. La compañía cumple este año medio siglo de operaciones y ha sabido sortear muy bien las sucesivas crisis.

2.-Francisco, el gobernador, estuvo el sábado en Tampico acompañando a César “Truko” Verástegui, ex candidato a la gubernatura. Se dice que vino a agradecer el apoyo a los panistas del sur, aunque no se sabe si también invitaron al desayuno a los priístas, perredistas y a todos los que de alguna forma ayudaron en el frustrado proyecto. Dicen sus partidarios que en septiembre regresarán con todo el poder. ¿Será?

3.-Al Community Manager de Morena le gusta tuitear y de repente, provocar. Ayer posteó un tuit con una foto del Presidente López Obrador y la frase “Feliz día a todos los padres y en especial al padre de toda la oposición”. Dicen que el que se ríe se lleva y el que se lleva, se aguanta. A ver si es cierto.

abarloventotam@gmail.com

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