Los daños provocados por el huracán “Otis” en Acapulco, la desorganización de las autoridades para atender la contingencia inicialmente y el caos propiciado por la falta de vigilancia que derivó en saqueos y rapiña a comercios, deben ser vistos como un escenario probable para el sur de Tamaulipas.

Ya no hablamos de la inexplicable -pero muy entendible- decisión del Presidente López Obrador de llegar por tierra al lugar del desastre, cuando sabía que las carreteras estaban cerradas. Hay quienes lo tachan de ingenuo. Yo sostengo que todo está fríamente calculado para que la gente se distraiga de lo importante y deje de ver lo que es más que evidente.

Acapulco es el espejo y las consecuencias del golpe del huracán son pruebas de lo que tenemos que prever en los municipios del sur de Tamaulipas, en donde hace más de medio siglo no se registra un fenómeno meteorológico de grandes proporciones.

Eso ha provocado que se relaje la cultura de la protección civil, que no existan generaciones posteriores a la amarga experiencia de los huracanes “Hilda” e “Inés”, que hayan vivido algo así.

A final de cuentas esto es preocupante porque son todavía contados quienes recuerdan lo que sucedió entonces y lo que implica perder todo: Seres queridos, patrimonio, tranquilidad.

Desde hace por lo menos diez años, diversos esfuerzos de grupos de la sociedad civil se han encaminado a tratar de que los representantes en la Cámara de Diputados logren gestionar recursos para proyectos de infraestructura hidráulica para los municipios de Tampico, Ciudad Madero y Altamira, con el fin de avanzar en la prevención de cualquier afectación que genere un huracán o tormentas de grandes dimensiones.

Así es como se hicieron primero las primeras gestiones para obtener dinero para la reconstrucción del cordón litoral, una franja de tierra ubicada entre la zona de marismas y el Golfo de México, en el municipio de Altamira.

Luego de esas primeras acciones que llevó al Congreso el entonces diputado federal José Francisco Rábago Castillo, hubo otros intentos para darle seguimiento, pero se quedaron en eso, intentos.

El asunto es que hasta ahora, el dinero que la Federación ha asignado para realizar obras de reforzamiento del cordón litoral y para ejecutar obras que complementen las acciones preventivas de inundaciones en amplias zonas urbanas de Tampico y Ciudad Madero, no han tenido la atención debida.

En incontables ocasiones, grupos de especialistas y académicos han advertido del enorme riesgo que representa la fragilidad del cordón litoral, pero también y en forma destacada, de la carencia de infraestructura hidráulica en los tres municipios.

Actualmente, un proyecto para construir una vasta red de drenes pluviales en Ciudad Madero está pendiente de continuar el procedimiento para obtener el dinero. Es una inversión millonaria la que se requiere y aunque hace más de una década se había planteado, no hubo un seguimiento posterior en el ámbito estatal y sigue sin ser resuelto el tema.

Inclusive, en el gobierno de Egidio Torre Cantú, Tamaulipas renunció a la posibilidad de ejercer el dinero que parcialmente había aprobado la Conagua.

Aquí el tema es que ver el tamaño de la destrucción provocada por el huracán “Otis “ en Acapulco, nos tiene que hacer pensar en el riesgo en el que vivimos en la zona conurbada de Tampico.

Si hasta ahora no hemos tenido un fenómeno meteorológico de esas dimensiones, ha sido una fortuna, pero no estamos exentos de que en cualquier momento pueda suceder.

Se requieren, sí, de inversiones millonarias que van a ayudar a resolver el problema de inundaciones severas que un huracán causaría en los municipios sureños. Y deben ser aplicado por etapas y no se concluirá en un año, por lo mismo tendría que haberse iniciado hace años.

Luego, necesitamos de una cultura de la prevención en materia de protección civil, en donde no solo las autoridades de los tres niveles de gobierno se involucren para diseñar un plan efectivo, que no se limite a simulacros -generalmente de sismos que no son frecuentes en esta zona- y que en materia de inundaciones o huracanes ni siquiera exista una idea de cómo reaccionar. Todo se reduce a recomendaciones y a elaboración de escenarios hipotéticos desde la teoría.

Esto es quizá lo más complicado de sortear, porque con el dinero -si hay, si se aprueba y si se ejerce como debe de ser-, se reduce el impacto del daño material, pero en la cultura de prevención que deben tener los habitantes y las autoridades, es más complicado.

En primer lugar porque no se sabe que las autoridades de Protección Civil -sean estatales o municipales-, hagan simulacros en caso de inundaciones o huracanes.

En segundo lugar, porque tampoco hay una difusión constante durante todo el año, de lo que debe hacerse, de los refugios temporales, de las acciones que pueden ayudar a paliar el daño en cuanto al riesgo para las vidas humanas.

Si no queremos que suceda los mismo o algo peor que en Acapulco, en la zona dur de Tamaulipas debemos de vernos en ese espejo. Y sobre todo, exigir que las autoridades de los tres niveles de gobierno estén preparadas para actuar antes, no después de alguna catástrofe.

Las recientes experiencias en el tema de la protección civil, de la prevención y del trabajo que deben hacer los funcionarios responsables de revisar instalaciones de sitios en donde de reunión pública, nos dicen que las autoridades federales no están haciendo las cosas como les corresponde en Acapulco.

ESCOTILLA

Casi se cumple un mes de tragedia en la iglesia de la Santa Cruz en Ciudad Madero y hasta ahora nadie ha sido sancionado.

Ningún servidor público que antes y después de ese suceso estuvo en el área de protección civil -sea Regional o Municipal -, ha sido llamado a cuentas para aclarar si tienen alguna responsabilidad por omisión. Si se busca justicia para las víctimas, por ahí debe empezarse.

abarloventotam@gmail.com

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí